El Juglar de la Red
Por Rafael Cano Franco
El gobierno de AMLO es más corrupto
Uno de los grandes temas con los cuales se posicionó el presidente Andrés Manuel López Obrador, fue el del combate a la corrupción; decía que ese problema le costaba a México 500 mil millones de pesos anualmente y que al combatirlo y reducirlo al mínimo se podría usar ese dinero para fondear muchas acciones sociales.
Luego de tres años y de un constante discurso en contra de los corruptos, los resultados no solamente están muy lejos de mostrar que la corrupción se acabó, también existen demasiados ejemplos que el actual gobierno está contaminado por ese cáncer y no solamente no lo combatió, por el contrario, aumentó.
Según la asociación “World Justice Project”, que se encarga de medir índices de corrupción en los países del mundo, México ha ido en retroceso en materia de combate a la corrupción.
Si ya de por sí eran escandalosos los niveles de corrupción en el gobierno de Enrique Peña Nieto y en buena medida dieron elementos a López Obrador para enarbolar la bandera de la “honestidad valiente”; ahora nos encontramos en una situación peor.
En lo que va de los tres años de López Obrador, la corrupción no ha disminuido y sí aumentó: el 2019 nos ubicamos en el lugar 117; el 2020 pasamos al lugar 121 y para este 2021 nos encontramos en la posición 135, es decir retrocedimos 18 lugares en tres años. Se califican 139 países, eso nos deja como un país menos corrupto que Uganda (136), Camerún /(137), Camboya (138) y la República del Congo (139); nada digno de presumir.
En América somos la nación más corrupta, por encima de países como Venezuela, Brasil, Chile, Perú o Bolivia.
La receta de López Obrador para acabar con la corrupción era “barrer las escaleras de arriba para abajo”; eso significa que en los altos puestos de gobierno estarían personas honestas; no sucedió así y ejemplos abundan, no solamente de deshonestidad, también de incompetencia, que también es corrupción.
Ahí están los casos de Manuel Bartlett en CFE; los escándalos de Zoe Robledo en el IMSS; los malos manejos de Rocío Nahle en la Sener; la opacidad que rodea las asignaciones presupuestales al Ejército México en obras como el Aeropuerto “Felipe Ángeles” o la construcción de las casetas para el Banco del Bienestar; el nombramiento de Irma Eréndira Sandoval en la Secretaría de la Función Pública, que sirvió solamente para cobijar corruptos y no para combatirlos.
Pero la corrupción que López Obrador no quiere ver y de la cual no quiere saber, va más allá; se ubica también en decisiones de gran repercusión como en la liberación de Ovidio Guzmán hace dos años; en las asignaciones directas de obras y contratos sin licitación pública a empresas que no tienen experiencia o que no existían antes del 2018.
La corrupción también aparece en el caso del Fiscal Alejandro Gertz Manero, quien plagió textos para acreditar un examen como investigador del Conacyt y al no poder consumar el engaño arremetió contra los científicos mexicanos que lo desnudaron utilizando las instituciones de procuración de justicia como instrumento de venganza y con el aval presidencial.
Hay corrupción también las mentiras que se expresan matinalmente en las conferencias del Presidente López Obrador; ya suman casí 70 mil falsedades las que ahí se han dicho con el único interés de engañar a la población.
Hay corrupción cuando con mentiras se cancela una obra como el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; cuando se compran pipas para abastecer gasolina, pero no se ven por ningún lado; hay corrupción en la carencia de estudios de impacto ambiental para construir el Tren Maya; hay corrupción en “Dos Bocas” cuando a los trabajadores se les exigen cuotas para pagarles su salario.
Hay corrupción en el manejo de la pandemia y en la incapacidad mostrada por los encargados de atender el tema quienes en lugar de dictar medidas científicas para paliar los efectos, redujeron el tema a un asunto político; hay corrupción cuando se deja morir a niños con cáncer por no abastecer los medicamentos que requieren para sus tratamientos.
Un gobierno está corrompido cuando mutó sus prioridades y así, en lugar de atender a madres y padres de familia que protestan, mejor atiende a la madre de un narcotraficante; hay corrupción cuando se ataca de manera contumaz a las instituciones pero se elogia a los grupos criminales que “se portaron bien” en las épocas electorales.
Si resulta cierta esa afirmación dicha en campaña de que la corrupción nos costaba 500 mil millones de pesos hace apenas tres años; ¿cuál será el costo ahora? ¿De qué tamaño será el boquete que anualmente los hijos de la 4T le hacen al presupuesto?
Las escaleras no solamente quedaron sucias arriba, ahora también toda la casa se ensució.