¡¡Al diablo con las instituciones!!

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El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

¡¡Al diablo con las instituciones!!

Nunca mejor que ahora se aplica esa expresión de Andrés Manuel López Obrador; dicha al momento que era sujeto de desafuero por parte del gobierno de Vicente Fox, pero que tardó 15 años en poner en práctica.

Dicen quienes presumen conocer el pensamiento del presidente López, que jamás mintió ni engaño a nadie, que él dijo habría cambios y trasformaciones. Ahora lo está cumpliendo por tanto nadie debe decirse sorprendido.

Para destruir un país, lo primero es destruir sus instituciones.

Si funcionan mal no se tienen que mejorar, hay que derruirlas y si funcionan bien, con mayor razón, son un riesgo para quien busca detentar un poder absoluto.

El desmantelamiento del Estado Mexicano, ha sido paulatino pero constante. Todas las instituciones han sufrido algún embate o han sido trasformadas. Ninguna funciona mejor que la anterior, por el contrario, hay severos retrocesos, pero como ahora están al servicio del gobernante, entonces los lacayos de la 4T se sienten “transformadores”.

Ciertamente México no estaba bien, había muchas áreas de oportunidades para mejorar; con la 4T lo que sucedió es que esas oportunidades de mejora se ampliaron notablemente.

El Conacyt es un remedo de lo que fue; El Fondo de Cultura está en manos de un patán; el INSABI es un fracaso total y lo demuestra a diario; las instituciones de mejora regulatoria se convirtieron en botín político; la CNDH está al servicio del Gobierno Federal y perdió su independencia ahora es un organismo cooptado y sin trascendencia.

Todos los organismos, que podrían ser un mínimo contrapeso gubernamental fueron apabullados o en su defecto fueron tomados por asalto. Los dirigen allegados al régimen, sin experiencia, sin capacidad, pero con mucha lealtad al gobernante.

El Ejército Mexicano, otrora singular ejemplo de amor al pueblo y servicio a la patria hoy es usado como contratista y los soldados como albañiles o policías. Las Fuerzas Armadas están en las calles y los cuarteles están vacíos, pero eso no calma la inseguridad ni la violencia desatada. Es que los soldados mexicanos están ocupados: construyen aeropuertos, detienen migrantes, talan la selva o construyen refinerías. Mutaron su función y ya no hacen lo que antes hacían bien.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, que gozó de libertad los últimos 22 años, hoy de nueva cuenta siente la bota en el cuello. El Poder Presidencial se hace sentir

y de entrada se viola la Constitución para extender artificialmente el periodo de su presidente, Arturo Zaldívar.

Es el ataque más artero a uno de los tres poderes establecidos, sí. Pero también es la abyección más denigrante que uno de los poderes consiente. Salvar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, solo lo pueden hacer sus magistrados y sus jueces; lo grave es que todos ellos se sienten cómodos con la soga al cuello.

El otro gran estorbo para el Presidente y sus testaferros es el INE. Por décadas se fue construyendo una institución electoral con mayor campo de facultades, con muchos más instrumentos para garantizar equidad, imparcialidad, legalidad y lo más importante: darle certeza a los mexicanos de que su voto era importante.

Con ese INE la victoria electoral del presidente López Obrador fue apabullante; sus controles y sus conteos evitaron cualquier intento de fraude. Su independencia los blindó de ser objeto de amancebamiento con el gobierno; fue su independencia la que permitió el triunfo democrático de López Obrador.

Hoy, al ver posible una derrota electoral, desde la 4T amenazan al INE. No solamente lo descalifican como árbitro electoral, ni lo ignoran deliberadamente para que los sancione y tener pretexto para lanzarse en su contra; buscan generar la percepción de que una eventual derrota electoral no obedece al desencanto por el mal gobierno, no tiene fundamento en los yerros cometidos o por el desastre en el que nos han sumido. No, la derrota electoral es porque el INE no le cumplió a la 4T.

Una cadena es tan fuerte como lo son sus eslabones. Una nación democrática es tan fuerte como lo son sus instituciones.

Destruir instituciones es derruir un país. Destruir instituciones sin construir otras más sólidas y fuertes, es cimentar un poder unipersonal y dinamitar la democracia.


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