Los migrantes venezolanos que huyen de una economía diezmada comenzaron a llegar a otros países andinos de América del Sur en medio de la pandemia de coronavirus. Miles de personas, muchas de ellas casi indigentes, llegaron a Chiclayo, en el norte de Perú, donde el obispo local era un estadounidense, Robert Francis Prevost.
Algunos peruanos y sus líderes se enfurecieron con los venezolanos, acusándolos de ser criminales, dijo el reverendo Pedro Vásquez, quien en ese momento dirigía una iglesia en la diócesis de Chiclayo. “Hubo mucha reacción”, recordó en una entrevista.
Pero el obispo Prevost, ahora papa León XIV, no vaciló, dijo el sacerdote: movilizó a las iglesias locales, al clero y a los líderes laicos para alimentar, alojar y cuidar a los migrantes.