Tomada de la columna Talcual,com,mx
Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, enfrenta una nueva embestida. Pero esta vez no viene de la oposición ni de intereses económicos externos. El golpe se gesta desde casa: dentro de su propio partido, Morena. Más específicamente, desde un grupo de diputados federales que responden al conocido “grupo Tabasco”, liderado por el senador Adán Augusto López Hernández, el “carnalito” del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
No es la primera vez que este bloque intenta marcarle el paso a Sheinbaum. Se trata de una ofensiva que tiene varias lecturas: la intención de imponer condiciones, de recordarle de dónde viene, o de reafirmar —con crudeza— que el poder en México no se transfiere con una banda presidencial, sino con pactos y estructuras de control que perduran más allá de un sexenio.
El episodio reciente tiene nombre y apellido: Andrea Chávez Treviño, la senadora consentida de Don Adán, quien fue desplazada en una jugada que cimbró los ánimos dentro del partido. Ese “manotazo” presidencial fue interpretado como una advertencia para todos los que se adelantaron en el juego electoral interno. Y sí, alcanzó hasta la dirigencia nacional.
Hoy, la rebelión toma una nueva forma: los más de 80 senadores de Morena buscan golpear donde más duele: los programas sociales. El corazón del músculo electoral de Morena está en juego. Esa maquinaria, controlada por la Secretaría del Bienestar, es el nuevo bastión de poder. Por eso exigen la salida de su titular, Ariadna Montiel Reyes. Quieren poner a uno de los suyos. No sólo se trata del dinero y el apoyo a millones de ciudadanos, se trata del control político y electoral que desde ahí se articula.
Los tiempos han cambiado. Gobernación ya no es el cerebro electoral de la 4T. Ese rol lo asumió la Presidencia, y más específicamente, el Bienestar. Los complotistas lo saben, por eso apuntan sus cañones a esa oficina.
La lucha por el control del poder dentro de Morena ha dejado de ser una batalla soterrada. Es una guerra abierta. Y la presidenta deberá decidir si responde con diplomacia… o con el mismo filo con el que le están hablando.
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