Grigori Perelman, el hombre que resolvió la conjetura de Poincaré, un problema que los matemáticos tardaron un siglo en resolver.
Le ofrecieron la prestigiosa medalla Fields y 1.000.000 de dólares, pero rechazó ambas cosas.
Hace más de una década, Grigori Perelman, uno de los grandes cerebros del siglo XXI, le dijo ‘adiós’ a su profesión y a la vida pública.
Ya para entonces era mundialmente famoso por resolver uno de los más difíciles enigmas matemáticos cuyos orígenes se remontaban al siglo XVIII.
La antigua ciudad prusiana Königsberg -hoy Kaliningrado, Rusia- tenía siete puentes, pues el río Pregel no sólo la atravesaba, sino que se bifurcaba creando una isla y dividiéndola en cuatro regiones.
¿Topológicamente?
Esa solución al rompecabezas abrió las puertas a un nuevo tipo de geometría de posición: la topología.
Puede sonar muy ajeno, pero muchos de nosotros nos beneficiamos de la topología todos los días.
Prácticamente todos los diseños de los mapas de metro del mundo se basan en principios topológicos, para comunicar claramente lo que los usuarios necesitan saber: cómo llegar a donde quieren ir.
Aunque la topología tuvo sus orígenes en los puentes de Königsberg, fue en manos del más famoso y respetado de los matemáticos de finales del siglo XIX, el francés Henri Poincaré, que el tema se convirtió en una nueva y poderosa manera de ver la forma.
A grandes rasgos
La principal idea detrás de la topología es que cuando se estudia un objeto, lo importante son sus propiedades, no el objeto en sí, y si dos objetos comparten las mismas propiedades, deben estudiarse, pues los resultados se escalarán a todos los objetos que comparten estas propiedades, llamados objetos homeomorfos.
Algunas personas se refieren a este importante campo de las matemáticas como ‘geometría flexible’ porque según él, dos formas son la misma si se puede transformar una en otra sin romperlas.
Entonces, por ejemplo, topológicamente una pelota de fútbol y una de rugby son equivalentes porque una puede transformarse en la otra.
El silencio del genio
Después de más de un siglo de intentos frustrados, la conjetura de un brillante matemático había sido probada por otro igual de genial, aunque más excéntrico.
El teórico ruso recibió una lluvia de ofertas -de honores, premios en dinero en efectivo y fondos para investigación, así como lucrativos cargos académicos en las universidades más distinguidas del planeta y giras mundiales dando conferencias- que, según todos los informes, consideró profundamente ofensivas.
“La monetización del logro es el máximo insulto a las matemáticas“, afirmó.