LURO VERUM
Por Rafael Navarro Barrón
Sus últimas horas las vivió en familia. El fin de semana viajó con su hija Isabel y sus nietos a la ciudad de Ruidoso, Nuevo México. El domingo, poco antes de las siete de la tarde la dejó en casa, en El Paso, Texas. Teto Murguía le dijo que iría a una gasolinera a cargar combustible.
Minutos después, en una sucursal de Circle K, un fuerte dolor en el pecho lo derrumbó frente al mostrador de la negociación. No alcanzó a pedir auxilio. Asustados y sin poder hacer nada para salvarle la vida, los encargados del establecimiento llamaron al servicio de emergencia 911.
Frente a ellos, había caído uno de los más influyentes políticos de Ciudad Juárez y un prominente empresario que intentaba abrir una puerta en el partido Morena para ser abanderado a algún puesto de elección popular y, eventualmente, ser candidato a gobernador, su gran sueño.
Minutos después, arribaron a la negociación los paramédicos del 911. No encontraron signos vitales. A las 8 de la noche, un médico del hospital Providence de El Paso declaraba su muerte.
El viernes salió de sus oficinas poco después de las ocho de la noche. Lo acompañaba el doctor Jorge Olmos, su médico de cabecera, amigo y uno de sus más cercanos colaboradores en su carrera política.
Cuando Teto Murguía cerraba, por última vez, la puerta principal de sus oficinas, miró al médico y le preguntó: “¿Qué va a pasar con todo esto cuando me muera, Jorch? Tirarlo o convertirlo en un salón de fiestas”, se respondió asimismo el ingeniero químico, fundador de la empresa Pinturas Dekoro y dueño de una extensa red inmobiliaria industrial, comercial y habitacional en esta frontera y en otras partes del país.
Esa noche, el antojo por unas flautas como se cocinan en Juárez, se hizo realidad en el restaurante La Pila, de la avenida Vicente Guerrero. Cuando el ingeniero Murguía ingresó al local, los comensales lo vitorearon y mostraron su solidaridad en la hipótesis de que el empresario deseara ser nuevamente alcalde de esta frontera.
“Le gritaron presidente”, recuerda el médico Olmos y de allí la despedida para siempre. En una mesa metálica, el ex alcalde juarense, disfrutada su última cena en la tierra que gobernó y donde están sepultados sus antepasados.
Esa noche Teto estaba tranquilo pues un chequeo de su presión arterial y los otros signos vitales, mostraban a una persona sana para viajar, aunque la recomendación médica era la previsión total ya que la altura de Ruidoso y el frío pudieran generar un problema cardiaco, dados sus antecedentes médicos.
En este momento, todo estaba bien. El chequeo era necesario y permanente después del primer infarto que el empresario había sufrido hace tres años y medio. En aquella ocasión, una especialista de Houston le había practicado una operación de corazón abierto y lo mantenía bajo observación cada seis meses.
El miércoles 22 de noviembre fue la última ocasión que estuvimos con él. El equipo de periodistas de la revista Tal Cual, acudimos a las oficinas del ingeniero Héctor Murguía Lardizábal a realizar una entrevista que él mismo solicitó. Su salud era envidiable, tomando en cuenta sus 70 años de edad y el antecedente cardiaco.
Después de cinco años de una amistad que se enfrió por diversas circunstancias, era la segunda ocasión que me reunía con él en los últimos meses. La primera fue una comida. Nos encontramos en un restaurante Italiano; el segundo encuentro fue en el complejo comercial, industrial e inmobiliario, conocido como Tetolandia, donde el ingeniero tenía sus oficinas.
Ese día la convivencia fue prudente, pero afectuosa. Estaban presentes los periodistas Luis Carlos Carrasco, director de la Revista Tal Cual y Eddy Domínguez, director del portal Frontera Élite.
Por una elemental cortesía siempre me dirigí a él como “ingeniero Murguía”. Nunca rompimos las distancias y desde 1991, año en que lo conocí, precisamente un mes de marzo, en su cumpleaños, siempre nos hablamos de “usted”.
En 1991 había entrevistado a Teto Murguía por teléfono, pero nunca habíamos coincidido personalmente. El 13 de marzo de 1991, siendo yo reportero de El Diario de Juárez, acudí a su casa a realizarle una entrevista con motivo de un fraude en la Feria Juárez.
Cuando me vio entrar al jardín de su casa expresó: “Ahh cabrón, ¿quién es ese pinche flaco que viene entrando?” Cuando estuve frente a él le dijo que “el pinche flaco era Rafael Navarro, el reportero de El Diario”. Una risotada estruendosa inundó el lugar, en un área donde se encontraba su hermano Luis, los políticos y empresarios Nayo Villar y Maurilio Fuentes.
Ese año empezó una relación periodística y después amistosa con Teto Murguía. Fui testigo de su triunfo abrumador como candidato a Senador de la República y, por desgracia, fui también uno de los periodistas que observó como el PRI y su mafia corrupta le negaba el derecho de ser candidato al gobierno de Chihuahua.
En la entrevista, el ingeniero Murguía habló de el partido de toda su vida: “El PRI siempre será un partido que mi vida y mi corazón están dentro de él. Tengo muchas anécdotas muy bonitas del PRI, también tengo la historia de muchas traiciones”.
Teto Murguía le tenía miedo a la muerte. Era un tema recurrente en las pláticas informales y en las entrevistas. ¿Usted le tiene miedo a la muerte?, le preguntó en una ocasión un reportero de Radio Net. La respuesta fue rotunda: “Le tengo miedo a la muerte porque no me he portado muy bien”, decía el ingeniero químico.
En torno al tema, reflexionaba: “Si existe Cielo y existe infierno no vaya ser el diablo que me lleve al infierno. Creo que he hecho muchos actos buenos para irme al cielo y ojala se equilibre para que en el juicio final estemos gozando de la paz eterna”.
“A la muerte si le tengo miedo, cuando fui alcalde de Juárez tenía miedo a morir. Lo más importante es la salud. Mi hija (Patricia a quien se le conocía como Patita) murió a los 32 años, muy joven. La vida es un soplo. Como dijo Amado Nervo en su poesía En Paz: Vida nada me debes, vida estamos en paz”.
En la entrevista de noviembre del 2023, el político refirió su concepción existencialista de los que cruzamos el planeta tierra.
La frase más clara de todos los tiempos es que “somos receptores temporales de los activos que tenemos. Podemos ver esto- se refiere al edificio donde su ubican sus oficinas- esto no es mío, simplemente me lo están prestando. En 100 años quién sabe quién andará por aquí; tenemos que entender eso y lo único que nos podemos llevar es la satisfacción de haber hecho lo correcto”.
Teto Murguía ha subsistido por el cariño de la gente. Porque todavía me tienen muchos en su corazón, porque saben que mientras yo esté allí, los voy a ayudar.
Descanse en paz inge, un placer haberlo conocido.