Kyiv, Ucrania.— En el segundo día de la invasión rusa de Ucrania, Kiev estaba nerviosa. Un presunto cohete destruyó un edificio de apartamentos en la ciudad y sus barrios exteriores eran campos de batalla o zonas prohibidas.
Las fuerzas rusas intentaron acercarse a la sede del Gobierno, pero las fuerzas ucranianas rechazaron el avance. Aún así, al caer la noche, el bombardeo ruso y la guerra en sí parecían intensificarse.
Pero incluso cuando el miedo se apoderó de la ciudad, también hubo una fuerte sensación de desafío colectivo. Miles atendieron los llamados del Gobierno para alistarse en el Ejército o unirse a las fuerzas de defensa locales que estaban armadas y enviadas para proteger cada vecindario. Miles más hicieron fila en los centros de salud para donar sangre. Las estaciones de servicio entregaron banderas ucranianas a los clientes que esperaban para llenar los tanques ante la esperada escasez de combustible.
Los líderes del país encabezaron el llamado a las armas. El viceministro de Defensa, Ganna Malyar, instó a los ciudadanos a adquirir armas, incluso para hacer cócteles molotov, las bombas molotov que funcionan como granadas de mano.
“Es importante que todos sean fuertes en espíritu”, publicó Malyar en Facebook. “Esta es nuestra tierra. No nos rendiremos”.