Nueva York.— Una pareja de haitianos y su pequeño hijo fueron de los miles de inmigrantes indocumentados a quienes los oficiales estadounidenses decidieron dejar entrar a través de la frontera suroeste el verano pasado —como parte de una oleada récord de cruces no autorizados durante el año pasado.
A partir de la primavera pasada, oficiales de inmigración se encontraban tan abrumados que admitieron a decenas de miles de migrantes emitiéndoles un nuevo documento que no incluyó las habituales fechas de las audiencias o número de identificación reconocido por el sistema de cortes de inmigración.
El cambio aceleró el proceso para liberarlos en el país, pero también hizo que fuera más difícil que los recién llegados solicitaran asilo —y para que el gobierno los rastreara.
Meses después, el gobierno no ha podido concluir el proceso que inició en la frontera, demostrando lo mal preparado que estaba el sistema para esa oleada, creando un atolladero práctico y político para la administración Biden.
Como candidato, el presidente Biden se comprometió a arreglar el fracturado sistema de inmigración del país, siendo un lema de campaña que resonó entre muchos votantes después de las severas políticas del presidente Donald J. Trump.
Sin embargo, durante el primer año del mandato de Biden, la respuesta de su administración a la oleada de migración ha consistido mayormente de reacciones provocadas por crisis —incluyendo un proceso de entrada más rápido.
Aunque los migrantes fueron expulsados en poco más de la mitad de los casos, más de 400 mil de ellos fueron liberados en el país por una serie de razones durante el primer año de la presidencia de Biden.
