Personajes | El afilador, un oficio en peligro de extinción

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Todos los días, las calles de Progreso “despiertan” con la pequeña flauta del afilador Pablo Wilbert Abán Magaña, Don Abán, quien desde los 9 años realiza esta noble profesión, llenando de recuerdos de la infancia a quienes lo escuchan pasar.

Y es que, Don Abán recorre el puerto anunciando su paso con el “pito del afilador” o “chiflo”, como es conocido dicho instrumento, para que los ciudadanos salgan y le encomienden afilar sus cuchillos, machetes o herramientas.

Este oficio, como muchos otros tradicionales, suele ser considerado como un arte, ya que requiere precisión y destreza al momento de manejar el esmeril, de modo que son muy apreciados, aunque, actualmente, en Progreso quedan muy pocos.

Don Abán, de 82 años, contó que desde los 9 años empezó a trabajar en este oficio con su difunto padre, quien salía a recorrer las calles de Mérida para ganar unos pesos para la comida del día, de modo que allí aprendió a trabajar este arte.

Asimismo, dijo que desde hace 60 años que llegó a Progreso, tiempo en el cual ha laborado afilando los cuchillos e instrumentos de los porteños, por lo cual se ha forjado como un icono del pueblo.

“Mi papá me enseñó a afilar y, también, a reparar máquinas de costura, pero esto último lo dejé por tener problemas en la vista”, indicó el afilador de antaño.

También, explicó que dos de sus hijos continúan su oficio, pero ellos lo realizan en las calles de Mérida, ya que allí tienen su hogar y familia.

El afilador en algunas ocasiones se acompaña de su esposa, la señora Ligia Guadalupe Castro, con quien tiene 59 años de casado y del cual procrearon 7 hijos. “Nuestros hijos nos han dado 16 nietos y 3 bisnietos”, indicó la feliz pareja.

Desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la tarde, la pareja sale de su hogar, ubicado en la calle 39 por 94 y 96 de la Canul Reyes, y recorre varias colonias e incluso Uaymitún, Telchac Puerto y otras costas para ganar un poco de dinero, aunque esta contingencia ha hecho que sus ingresos sean menores.

“Está baja la chamba, yo cobro el machete en 70 pesos, me tarde cuarto de hora en realizarlo. Si cobro más no lo dan, porque la situación está dura”, expuso Don Abán.

Durante la entrevista, la pareja indicó que los interesados pueden acudir a su hogar si desean que se les afile algún instrumento, ya que ellos salen por pocas horas debido a la contingencia del coronavirus.

Es importante destacar que la profesión de afilador es un oficio entrañable y que está en peligro de extinción, debido a la cultura desechable y a los aparatos que afilan cómodamente en el hogar, de modo que hoy en día resulta difícil ver a estos personajes en las calles.

Enfoque Positivo

Publicado por Enfoque Positivo en Viernes, 8 de enero de 2021

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